Publicado en Versos en un sorbo

En medio del alba…

En medio del alba
Me levanté temprano como de costumbre; con el sueño aún en los ojos tomé la cafetera y comencé a preparar el café exactamente como prefieres; así tibio, un poco amargo y tan negro como este día que recién empieza.

Deambulando descalza por toda la casa, encontré retazos de risas tirados en el suelo… Los tomé entre mis manos e intenté armar con ellos aquella sonrisa que tanto me gustaba.

El olor a café invade cada espacio… Ya casi no se siente tu aroma.
Las puertas han quedado de par en par, quizás con la intención de que te vayas para siempre… O será que nunca estuviste?

Ya ni el eco de tu voz se escucha en los pasillos… Apenas puedo sentir tu aliento rosando mi cuello, murmurándome al oído las cosas que no se dicen en voz alta. Ahora todo huele a mi, y a este deseo de no tener ganas.

Sigiloso y de repente te escapaste a medio sueño; sólo porque en la ventana había una nube gris. A caso pensarías que el Sol no volvería a salir? Por eso con decisión prematura corriste detrás de otros amaneceres.

Otro poquito de este café… Y continua el reloj amenazando a la aurora, mi piel se enfría. Gotitas de noche se van posando sobre mi cuerpo… El Sol se ha escondido y ya no te pienso.

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Y si el amor…

Sorbo

Y tan sólo por sospechar que el amor pudiera llegar, a solas ensayo mil formas de besar…

Creo un atardecer en plena madrugada, y conjugo en todos los tiempos el verbo amar…

Y tan sólo si es que llegara el amor… Tomo prestado el sol del campo, para hacer cálido cada abrazo.

Si es que de repente llegara el amor… Le sumo un viernes a cada semana, y tejo caricias entre mis sabanas.

De la pradera absorbo el verdor… Y la más bella estrofa a cada canción de amor.

Pero sólo si llegara el amor… Acumulo amaneceres al filo de la aurora… Y en cada gota de rocio humedezco la intensión de un beso tibio.

Y sólo si el amor llegara…  Abro puertas y ventanas… Le robo un rayito a la luna y dejo encendida la ruta que lleva a mi alma.

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Antología…

Antología

Y contemplaba la luna cuando el sol galantemente le cedió el paso a esa noche que apenas comenzaba…  Su resplandor acarició mi rostro y no pude contener el deseo de sentirte aquí…

Recostada en aquel viejo sofá, recordé las tantas madrugadas de aquel abril, cuando los besos aún eran frescos, así como las primeras flores de mayo.

El aroma a café recién tostado que emanaba de tu piel, embriagaba mi ser y hacía rebosar mi locura.

Era deliciosa aquella sensación, cuando tu respiración erizaba cada uno de mis poros, y anulaba mis cinco sentidos.

Entonces el resto no importaba… Todo sobraba, nada faltaba.

Sólo era preciso ser y estar…

El ambiente se creaba cuando tu mirada buscaba mi cara, y nuestros ojos se decían las cosas que nuestros labios callaban.

Abrumada en mis recuerdos, sonreí con la misma intensidad que tenían aquellos momentos, cuando a nuestro alrededor todo parecía desaparecer y sólo quedábamos tú y yo… Entonces el tiempo se detenía, y jugaba a ser cómplice de aquello que sucedía cuando se apagaba la luz y podíamos vernos el alma.